Hace doscientos años el Congreso de Viena trató de reimponer el mundo anterior a la Revolución Francesa y provocó con sus políticas reaccionarias un desorden del poder europeo y una inestabilidad mundial que dura casi hasta nuestros días. Hoy los Estados Unidos se encuentran en la misma disyuntiva o apuestan a los “sueños” universales de los Padres Fundadores de la primera democracia mundial o se abocan a la infructuosa y repudiable tarea de avasallar militar, económica y políticamente a los estados y a los pueblos. El desafío del “sueño americano” fue positivizado y sintetizado por el Papa Francisco, en el Capitolio, en cuatro figuras paradigmáticas del pueblo norteamericano Benjamín Franklin, Martin Luther King, Thomas Merton y Dorothy Day, la continuación de su tarea puede ayudar a cimentar un futuro, sin duda, más humano.
Dentro de muy pocos meses el 8 de noviembre de 2016 la “República Imperial” definirá en elecciones generales cual será el derrotero político de Estados Unidos en los próximos tiempos.
Hace más de 150 años Lord Palmerston, Primer Ministro del Reino Unido, acuñó una frase que se formula constantemente: “las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes solo tienen intereses permanentes”.
Al intentar constituirse, desde la caída de la Unión Soviética, como único Estado Imperial Mundial conviven en USA los intereses, las visiones y las responsabilidades que tal aspiración implica pero también las profundas contradicciones que en su propio seno se generan en la direccionalidad de construcción de un pretendido futuro estratégico del mundo.
Una de las cuestiones contradictorias centrales, sin duda, en estas discusiones internas es el perfil del poder que se concibe como plataforma del “modelo estratégico”.
Se trata, ni más ni menos, de definir los famosos “intereses permanentes”.
Concretamente, es decidir si el gobierno de USA se puede transformar en el “mascaron de proa” del viejo proyecto del Nuevo Orden Mundial o por lo contrario en la aparición de una elite estadounidense vigorosa y creativa que proponga un nuevo sistema de alianzas mundial para encarar los enormes desafíos de un mundo en profundo cambio civilizatorio.
Los partidarios del Nuevo Orden Mundial arrastran tras sí las viejas relaciones enclavadas en la política internacional británica con su consecuente primacía del poder financiero atlantista, cosa que sucede al menos desde mediados del siglo XIX en adelante.
Esta política conlleva no sólo al “viejo comando financiero” del sistema político mundial sino su fuerte necesidad de generación de guerras y tensión militar permanente ya sea para el abastecimiento de armamento, el dominio de espacios geopolíticos, el sostenimiento de fuentes de recursos naturales, el amedrentamiento psicológico de las poblaciones, la obligación de incorporarse al consumo de los bienes por ellos elaborados y otros motivos no menos sustantivos y por demás complementarios.
Uno de los temas “favoritos” de este sector es la política de “guerra eterna” en el Cercano y Medio Oriente que se instaló en los viejos terrenos del Imperio Otomano donde además de su histórica importancia geopolítica fluyen los grandes torrentes del principal producto en el cual está basada la economía que sostiene al NOM: el petróleo.
En la actualidad para el mantenimiento de un precio “bajo y destructivo” para las economías emergentes de la “década ganada”, en particular, y el dominio de la economía a nivel mundial, en general, neutralizar la región es una de las tareas específicas a la cual se abocan especialmente las fuerzas militares “tercerizadas” del Nuevo Orden Mundial. El mantenimiento del precio bajo del petróleo es su objetivo central.
Obviamente, esto no sería posible sin el claro protagonismo de Arabia Saudita que desde las raíces mismas de la Guerra Fría financia, organiza y provee de formación fundamentalista, incluso universitaria, a nodos sunitas en toda la región.
La amenaza que significó la modernización árabe con el gobierno “tercerista” de Gamal Abdel Nasser fue el llamado de atención que hizo reaccionar rápidamente a las oligarquías políticas del sistema anglo-americano que inmediatamente potenció a los saudíes para que se encarguen de “esta gente”.
El Estado Islámico no es otra cosa que la permanente continuación de esta política que forma parte activa y de una belicidad permanente de la “cuenca sunita” desde el Magreb hasta Irán.
Su enfrentamiento histórico con el mundo chiita, de origen persa, lleva casi 1300 años.
La discusión que gira en torno al atentado de nuestra AMIA encuentra sus raíces más profundas en esta cuestión.
La crisis en el África Subsahariana es una extensión de esta problemática de las políticas del Nuevo Orden Mundial en terreno islámico.
Obviamente, la presencia de Obama en la Etiopía de tradición copta y del Papa en África es su respuesta antagónica.
A modo de otro ejemplo –que nos importa de forma especial- una de las cuestiones seculares de la oligarquía política anglo-americana es que hacer con el “patio trasero” de la República Imperial para el caso de instalar sus petates en Washington para los próximos tiempos.
En los últimos meses quedó en claro la intención y la decisión de afirmar el famoso “patio” el cual no es un problema menor de la política internacional del NOM y que los argentinos probamos en sangre propia en la desigualy aventurada Guerra de las Malvinas.
Entonces, el Nuevo Orden Mundial es consciente que se encuentra en situación de jugar muchas de sus mas “importantes fichas” en esta situación de cambio estratégico general en el cual se encuentra el mundo globalizado.
A la inversa, hay otro sector en USA que podemos calificar de “emergente” que desde las épocas del “mal finado” John Fitzgerald Kennedy y de la consecuente “desaparición” – tanto física como política - de su familia y amigos intenta bregar por una nueva situacionalidad de Estados Unidos en el conjunto de un Orden Mundial de otro tipo
El Estado Islámico no es otra cosa que la permanente continuación de esta política que forma parte activa y de una belicidad permanente de la “cuenca sunita” desde el Magreb hasta Irán.
Este sector de formación calidoscópica se enraíza en una discusión cultural en el seno de la nación norteamericana desde sus propios orígenes que podemos remontar hasta las famosas migraciones libertarias del Mayflower; pasando por los Padres Constitucionales de la primera democracia mundial, la ineluctable decisión de acabar con la esclavitud al servicio del Imperio Británico de parte de Abraham Lincoln, el “estado de nuevo tipo” que significo el New Deal de Franklin Delano Roosevelt; hasta el “brote de libertad” que protagonizaron los “baby boomers hippies” , la “lucha por los derechos civiles” de Martin Luther King y la emergencia de infinidad de nuevos movimientos religiosos en los pacatos Estados Unidos de inicios de la década de los sesenta.
Todo este conglomerado cultural no tenía un correlato en el campo del poder económico fáctico.
Sin embargo, en las últimas décadas apareció un aliado singular.
Los grandes barones de la economía productiva concentrada que perteneciendo a los “viejos poderes” se fueron separando de los enormes “intereses financieros globalizados” hasta encontrarse, al día de hoy, en posiciones antitéticas pronunciándose por nuevos parámetros estratégicos en el orden mundial.
Obviamente, unido más a sus intereses y no a los ideales al uso de las generaciones sesentistas sus nuevos aliados estratégicos.
Avasallados por el “proyecto China” de la Trilateral Comission proponen nosólo una nueva matriz energética sino una Tercera Revolución Industrial poniendo en juego la enorme capacidad tecnológica de Estados Unidos para instalar de nuevo a la industria norteamericana en el más alto nivel que vaya más allá, y reemplace, a la multiplicadora industria militar y espacial
Hacer de la “pluri culturidad” de USA un verdadero culto a los orígenes de la nación norteamericana a la vez que del “cuidado de la naturaleza” un gran objetivo civilizatorio, del profundo diálogo inter-religioso un deber para una verdadera instalación democrática, del respeto a la diversidad sexual y familiar como base de la libertad humana, a la lucha contra la pobreza un deber cristiano básico, a la consecución de la paz una tarea común de los Estados y a la construcción de un sistema de “gobierno mundial participativo” un objetivo para la estabilidad de un mundo altamente particularizado en sus formas culturales, religiosas y políticas, están entre otros como sus objetivos político- estratégicos.
Los “emergentes”, en lo estrictamente político, son curiosamente transversales y se encuentran en el “frangollo” de ambos partidos.
Abarcan un multipinto arco que va desde el renunciante y católico presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner; junto un nutrido grupo de la dirigencia republicana que es fuertemente crítico de las maniobras del “núcleo duro” partidario y que busca un modelo de poder alternativo; pasando por reconocidas figuras de la sociedad norteamericana y de fuerte peso provenientes de las comunidades, la cultura y la religión, hasta un importante núcleo del Partido Demócrata de tendencia “kennedista” y “clintonista”, los viejos “liberals”
Esta visión más universalista que globalizadora, de unos Estados Unidos más del tono de la mirada moralizante y democrática de los Padres Fundadores que de las fuertes tendencias imperialistas de la USA industrialista y belicista, encontró un aliado de enorme poder de convocatoria religiosa y moral: el Papa Francisco, el porteño Padre Bergoglio.
En el mes de noviembre del próximo año en un listado que por ahora encabezan Hillary Clinton por el Partido Demócrata y Donald Trump por el Republicano, junto a una vasta lista de candidatos con posibilidades aún impredecibles, se decidirá parte de esta discusión estratégica que afectará, sin duda, al conjunto del orden estratégico mundial.
La historia nos enseña que siempre que se producen cambios en órdenes imperiales emergentes la figura personal del “imperator” – el que representa las reales posibilidades del sector con vocación de “imperium”- es de vital importancia.
Las fuertes tendencias oligárquicas que modelan la USA “WASP” – blanca, anglosajona y protestante- profundas conocedoras de la historia, sobre todo de la vieja Roma, han permanentemente construido “emperadores de cartón” y cuando alguno se salía de “caja” aparecía un Bruto que se “llevaba puesto con una bala” al pretendido César democrático.
Los poderes de tipo oligárquicos pueden generar “repúblicas poderosas” o conspiraciones medianamente estables, imperios universales nunca.
En los próximos tiempos conoceremos uno de los principales enigmas de las definiciones estratégicas de futuro.
En tiempos de grandes transformaciones se hace casi imposible que las conspiraciones por más estables que aparezcan puedan definir una definición estratégica de largo aliento en general sucede al revés generan aún más inestabilidad y conflictos a veces inmanejables.
La “tercera guerra mundial no declarada”, como sostiene el papa Francisco - y la ONU destaca- no se trata de otra cosa que de las enormes dificultades de estabilización que presenta el marco estratégico universal y que tiene como víctima necesaria a los pueblos.
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