Podría afirmarse que durante muchísimo tiempo la tensiones sociales más importante fueron entre trabajadores y patrones, oprimidos y opresores, o proletarios y burgueses, según las terminologías en danza, sin dejar de destacar que hubo casos donde esas tensiones fueron encausadas por la acción del Estado, evitándose graves conflictos e injusticias.
Pero en el último tercio del siglo pasado, al impulso de la robótica y de la guerra llevada a cabo de manera tecnológica, apareció otro fenómeno, el de la exclusión.
Es decir, ya no hacían falta cientos de miles de hombres para la guerra y para la producción, pues -en forma creciente- la guerra se realizaba con drones y misiles computarizados y la producción, en especial en las grandes plantas industriales, se “robotizaba” cada vez más, quedando un excedente de mano de obra que no tenía destino, dado que frente a estos adelantos tecnológicos no se había avanzado en la distribución de las riquezas y de las ventajas comparativas que la ciencia aportaba (por ejemplo no se disminuyeron las horas de trabajo).
Pero -además- con la imposición de la sociedad de consumo, ese “excedente poblacional”, que no recibía remuneración, no podía consumir, por lo que era un estorbo. En consecuencia había que eliminar esa “molestia”. Para eso se idearon enfermedades en laboratorio para exterminar población de bajo o nulo consumo (fiebre aviar, ébola, SIDA, etc.), se multiplicaron las guerras localizadas en “la periferia” del mundo, las que se realizaban al viejo estilo, es decir con una gran cantidad de víctimas fatales; se impusieron, en especial mediante los organismos multilaterales de crédito, planes de control de natalidad, abortos y esterilizaciones masivas y se difundieron drogas de “baja calidad” a fin de exterminar poblaciones “marginales”, sumado a la violencia generada por las guerras de bandas narcos y otras “soluciones” por el estilo.
Esta situación de exclusión, si bien fue considerada desde las ciencias sociales y desde la política, no había sido definida a cabalidad hasta que el papa Francisco la colocó en el centro del análisis mundial. Francisco, con la claridad y simpleza que lo caracteriza, habló de “los descartables” y de “los sobrantes”. Poniendo el tema en la agenda de las cuestiones internacionales y nacionales.
Francisco habló particularmente del descarte de niños, jóvenes, ancianos y discapacitados.
Vale la pena preguntarnos cómo se expresa esta situación en nuestro país, donde, en particular a partir de las políticas neoliberales aplicadas en los 90, se generalizó un brutal proceso de exclusión de un gran sector de la población de la vida laboral, social, educativa, etc.
Hoy, con el retorno de las mencionadas políticas, hay consecuencias que probadamente se han registrado en otros países y particularmente en el nuestro, con algunos resultados deseados.
Uno de los resultados deseados es un proceso de concentración de las riquezas (que luego “derramarán”, según teorías que -como afirma el papa Francisco- nunca fueron comprobadas en la realidad), lo que genera inexorablemente un aumento de la pobreza (si unos concentran riquezas otros la pierden). Según la UCA 1.500.000 personas cayeron en la pobreza en el año 2016.
El otro fenómeno es una baja de la actividad económica y en particular del consumo (“les hicieron creer que podían comprar celulares, plasmas, motos, etc.”, diría un filósofo neoliberal de estos lares 1), lo que indefectiblemente genera desocupación.
Esto estaba previsto y lógicamente se dio, el tema es qué políticas sociales, se han aplicado para “compensar”, al menos parcialmente, los efectos buscados.
Analicemos brevemente los descartes en los sectores mencionados:
NIÑEZ: Para considerar este aspecto nada mejor que usar un material que no es producto de un político opositor en campaña o de alguno de los pocos periodistas críticos que hoy hay en la Argentina, sino una nota publicada en el diario La Nación, el 16 de junio pasado. (2).
Entre otras cuestiones la nota hace referencia al Informe de Unicef, publicado pocos días antes, donde se traza un negro panorama sobre la situación de la niñez en la Argentina, afirmando que casi el 50% de los chicos está en situación de pobreza, porcentaje que alcanza un 85% entre los chicos con padres desocupados.
Esta situación se ve agravada por diversas cuestiones, entre otras el hecho de que el 25% de los chicos en edad de concurrir al Jardín de Infantes no lo hace. Quizá el resumen de la situación de las políticas con relación a la niñez se exprese en el siguiente párrafo “En este contexto de olvido, no sólo sistemático sino también histórico, tal vez uno de los indicadores que mejor rinde cuenta de la desidia estatal frente al tema sea la subejecución del presupuesto asignado para resolver las cuestiones más urgentes. En este sentido, los datos de la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia son por demás reveladores: si en 2016 un tercio del presupuesto asignado quedó sin ejecutarse, en los cinco primeros meses de este año sólo se ha ejecutado 13,4%. ¿Y por qué importa esto? Porque, como precisa otro documento del colectivo (se refiere a “Infancia en Deuda”), "dentro de las acciones que implementa dicha Secretaría, la mayor demora en la ejecución presupuestaria se observa en las acciones tendientes a la «Promoción y asistencia a los centros de desarrollo infantil comunitarios», cuya ejecución a la fecha de cierre del presente informe, es de un 2,92%". En otras palabras, allí en donde todos insisten en que hay que poner el foco y la acción es justamente un área en donde la indolencia es mayor.”
Es decir, la ministra más acaudalada de un gabinete de acaudalados, hija del banquero que inventó una gran parte la deuda externa argentina y manejó las renegociaciones que terminaron en el estallido del 2001, Carolina Stanley (3), mientras debía haber ejecutado un 41,67% del ya reducido presupuesto disponible, sólo utilizó un 2,92%, poniendo en claro la preocupación por la niñez empobrecida que tiene el actual gobierno en general y la ministra en particular.
La nota concluye afirmando que “para quien mire con un poco más de detenimiento, el abandono de la infancia y de la adolescencia argentinas saltan a la vista en cada paso.”
Agreguemos que según el Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA) un 12,3% de la infancia realiza algún tipo de trabajo, lo que representa un millón de chicos sometidos a trabajo infantil. Los datos del mencionado informe demuestran que los indicadores fueron mejorando en el período considerado (2010-16) desde 2010 hasta 2015 y empeoraron en el 2016.
JUVENTUD: El informe sobre el desempleo publicado hace pocos días, muestra que en el primer cuatrimestre de este año, con relación al último del anterior, la desocupación creció un 21% (veintiuno por ciento) destacándose que hay 3 millones y medio de argentinos que dejaron de buscar trabajo por “el efecto desaliento”, es decir no pueden sostener el esfuerzo de intentar conseguir trabajo cuando los resultados han sido en forma reiterada desfavorables. Con lo que en nuestro país el número de personas con problema de empleo supera ampliamente los 8.000.000 de compatriotas (25 de la población.
Un dato particular es la gravedad que asume la desocupación juvenil que alcanza cifras alarmantes, mientras que los “ni-ni”, es decir los jóvenes que no pueden trabajar, ni estudiar, supera el millón de argentinos. Destaquemos además que el 25% de chicos que inicia el secundario no lo termina (a pesar de la liberalidad -que todos los expertos resaltan- con que se aprueba esta parte de la vida escolar), lo que hace que el 50% de los jóvenes no tenga el secundario, mientras que –por ejemplo- para ser repositor en un supermercado se le exige esa calificación.
Si bien nominalmente hay algunos planes de fomento al empleo joven, los resultados muestran la nula preocupación de las autoridades sobre el desempleo en general y sobre la desocupación juvenil en particular.
ANCIANIDAD: En honor a la brevedad de este trabajo sólo basta destacar la gravedad de la situación generada por la reducción del porcentaje de descuento en los remedios y la eliminación de la gratuidad en otros. Es decir, luego de la estafa moral que significó la ampliamente publicitada “reparación histórica”, la que resultó un fiasco, se deja a los viejos sin remedios, mientras que públicamente se anticipa la elevación de la edad jubilatoria, la liquidación del Fondo de Garantía y la vuelta al sistema de las AFJP, lo que generará una importante desfinanciamiento del sistema jubilatorio y una mayor pauperización de nuestros ancianos.
Mientras tanto el Barómetro de la Deuda Social de la UCA informa que hay 1.266.000 mayores de 60 años que conviven en un hogar con por lo menos una carencia que pone en riesgo su salud, su alimentación o su utilización de los beneficios de la seguridad social. Esto significa que deben reducir su alimentación y achicar el gasto en remedios para ayudar a la subsistencia de la familia.
DISCAPACIDAD: La masiva eliminación de los subsidios por discapacidad, bajo el pretexto de la existencia de algunas pensiones otorgadas sin los requisitos necesarios, o argumentando que “el grupo familiar del discapacitado, tiene ingresos superiores a los $ 19.000” es una muestra más de la sensibilidad de la ministra Stanley y del gobierno en general. Destaquemos que mientras a los grandes grupos empresarios se les han otorgado inmensos subsidios, la pensión por discapacidad alcanza sólo la suma de $ 4.776.-
CONCLUSION: Niños, jóvenes, ancianos y discapacitados son descartados por las políticas del neoliberalismo y el gobierno no aplica políticas que puedan reducir, al menos parcialmente, los efectos de las medidas aplicadas.
Algunos se asombran por qué el papa Francisco no tiene “sintonía” con el gobierno argentino en general y con el presidente Macri en particular. Francisco defiende uno de los principios básicos del pensamiento de la Iglesia, la dignidad de las personas, quiere incluirlas a todas a partir de otro principio que es el del bien común, queda a las claras que el gobierno (el presidente y su gabinete) no comparten ambos principios. (4)
2 ¿A quién le importan los chicos? por Fernanda Sanchez
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