Luego de una fuerte campaña a favor y en contra de los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas), rubricados primero en Cuba y luego en Cartagena, los colombianos, con el voto de sólo un tercio del electorado, rechazaron los tratados por un 0,2% de diferencia, colocando en peligro la política del presidente Santos a fin de poner término a 52 años de lucha armada fratricida ininterrumpida (si bien la violencia comenzó en 1948 con el "Bogotazo", producto del asesinado de Eleicer Gaitán, las FARC tomaron las armas en 1964).
Además de la fuertísima abstención, otro hecho significativo del plebiscito es que los electores de las zonas en conflicto, votaron por la aprobación del tratado y aquellos que viven fuera de esas zonas lo hicieron en contra.
Por este acuerdo, que considero fundamental para América Latina, se intenta poner término al más importante conflicto armado que sobrevivió al final de la “guerra fría” y se castiga la política de muchos patriotas sudamericanos en el sentido de forjar una América Latina desmilitarizada, en un continente de paz.
Hace unos días regresé del cuarto viaje a Colombia en la última década. En esta oportunidad concurrí invitado por el Pontificio Consejo para América Latina a una “Celebración Encuentro” que fue abierta por un largo mensaje grabado del papa Francisco y luego pronunció un vibrante discurso el presidente Santos.
Yo era uno de los que hace unos pocos años, no miraba con ningún entusiasmo la gestión de Santos, por su carácter de “discípulo” del ex presidente Uribe y por su origen vinculado a “los sectores conservadores” colombianos, pero debo destacar que su valentía le permitió romper con sus viejos aliados y avanzar decididamente en los acuerdos de paz, generando al mismo tiempo un interesante progreso en la situación económica de su país. Las palabras del Cardenal de Bogotá, Rubén Salazar Gómez, pronunciadas como cierre de la apertura del evento, dieron un fuerte y decidido respaldo a los tratados de paz, posición que fue fuertemente alentada por el papa Francisco quién afirmó "el presidente Santos ha arriesgado todo por la paz. Pero también debo decir que veo por otra parte, que hay quienes arriesgan todo por continuar la guerra. Y esto hiere el alma". También fue apoyado por una parte importante del episcopado colombiano, pero no fue impulsado por otro sector de la Iglesia Católica, en particular sacerdotes y religiosas de la línea que los medios denominan (con poca precisión) como “tradicionalistas.”
EL FIN DE UN ERA:
Durante mucho tiempo importantes sectores de la población latinoamericana discutieron acerca de si era posible cambiar la realidad y aproximarse a la concreción de los paradigmas de la justicia social y la soberanía de las naciones, por medio de los métodos electorales o por el camino de las armas.
En general, salvo la persistencia del peronismo a pesar de largas proscripciones, los movimientos populares habían visto impedido su acceso al gobierno por la vía electoral y se habían inclinado paulatinamente hacia la violencia, la existencia de dictaduras impulsadas por los EE.UU., hizo que esta pareciera ser la única alternativa y esta circunstancia fue aprovechada por la ex Unión Soviética para alentar grupos armados vinculados a su política internacional. Inclusive en Argentina, la amenaza en los 70 de una dictadura por 30 años, hizo que algunos sectores se inclinaran por la violencia.
Pero la primer década del 2.000 permitió la irrupción de gobiernos populares en muchos lugares de América Latina, lo que terminó con la idea de la salida armada como mecanismo de mejora de la situación de los pueblos del continente.
Hoy existe una nueva condena a la política, lo que podría hacer renacer la idea de la violencia. Desde los sectores poderosos (“la derecha” al decir de los opinólogos), se estigmatiza la política y se reivindica la necesidad de que sean los empresarios y sus tecnocracias las que se hagan cargo de los gobiernos, Desde “la izquierda” se afirma que los procesos democráticos no han consolidado a los movimientos populares y en muchos lugares han sido derrotados por golpes parlamentarios o mediáticos, por lo que la violencia vuelve a formularse –teóricamente- como una alternativa. Estos sectores anti política y quienes impulsaron el no en el plebiscito colombiano, tensan la situación al máximo en una acción irracional que alienta la vuelta a etapas felizmente superadas. De todas maneras los sectores más lúcidos (y populares) se dan cuenta de que hay una nueva situación internacional de avance de la multipolaridad y que con la presencia en el primer lugar de la consideración mundial del papa Francisco, otro camino es posible, un camino de paz, donde los pueblos puedan organizarse sin violencia y sin corrupción, para construir una sociedad más justa.
UN LARGO PROCESO
En Colombia ya se han alcanzado importantes avances (en comparación con mis viajes anteriores, nunca vi tan pocas fuerzas policiales y militares desplegadas en sus principales ciudades) y el alto el fuego ya se efectivizó en los hechos desde hace bastante tiempo. Así mismo las FARC han comenzado a entregar su armamento y han desmilitarizado a los menores de 18 años que participaban de la lucha armada, mientras que al final de la campaña anunciaron la decisión de poner los recursos económicos que se encuentran en su poder para reparar a las víctimas del conflicto. Pero aún quedan muchas cuestiones por resolverse en la práctica.
Por un lado algunos sectores muy minoritarios de las FARC se estarían uniendo al ELN (Ejército de Liberación Nacional), un grupo menor de la guerrilla que si bien ya ha iniciado gestiones de paz, todavía no participa de los acuerdos. Por otra parte hay que incorporar a la vida civil a los combatientes, lo que implica -entre otras cuestiones- su adaptación a la vida laboral perdida hace muchos años.
Los acuerdos prevén la distribución de tierras, las que ocupaba la guerrilla, algunas tierras fiscales (si bien la mayoría no son consideradas aptas para el cultivo) y otras que no se sabe con precisión de dónde saldrán. El tema es que hay muchas cuestiones peligrosas y complicadas. Por un lado que las tierras ocupadas por las FARC y liberadas para ser incorporadas a la gestión de los gobiernos locales y nacionales, no sean ocupadas por los narcotraficantes, ni terminen formalmente distribuidas, pero en la práctica formando grandes latifundios manejados por los pool sojeros (Nuestro conocido Grobocopatel ya ha tendido sus redes sobre estas zonas antes inhóspitas por la lucha armada y hoy apetecibles para la explotación sojera).
Por otra parte durante estos más de 50 años, han quedado muchas heridas abiertas, entre las que se incluyen las provocadas por los excesos de los militares, los paramilitares y los guerrilleros y la vinculación de todos ellos con el narcotráfico. De la misma manera y sin dudas, la guerrilla no tiene “buena prensa” entre la población colombiana, debido a las presiones mediáticas, pero también a los errores, abusos y arbitrariedades cometidas por sus integrantes.
¿QUIÉNES GANAN Y QUIÉNES PIERDEN CON LA PAZ EN COLOMBIA?
En primer lugar si se avanza con el tratado, ganan los pueblos y todos los hombres y mujeres que alientan la paz en el mundo. Lógicamente también lo hacen los actores que han participado activamente a favor de ella. El presidente Santos, el papa Francisco y la diplomacia vaticana, la CELAC y el gobierno cubano que fue un activo partícipe en la construcción de este acuerdo (no olvidar que el único país al que el papa Francisco ya visitó dos veces fue Cuba, donde también articuló los acuerdos con los EE.UU.)
Sin dudas los perdedores serían los sectores conservadores y -muy especialmente- los traficantes de armas, (Colombia, junto con Chile son los países del continente que más invierten en armamento) y los sectores más belicistas de los EE. UU., quienes pierden la justificación para el despliegue de las bases militares instaladas en el territorio colombiano, Palenquero (entre otras), es la más importante del continente, donde en los hechos se asienta el “Comando Sur” de las fuerzas norteamericanas, con hangares que pueden albergar 100 aviones y desde donde se puede operar en todo el continente (con excepción del Cabo de Hornos.)
Hoy el premio Nobel otorgado al presidente Santos es un fuerte respaldo a los tratados de paz.
El papa Francisco afirmó que visitará Colombia cuando el acuerdo "sea blindado por el plebiscito", por lo que no quedan dudas de cuál era su posición con relación al mismo, en el marco de su acción a favor de la paz en todo el mundo.
Lógicamente Francisco no irá por ahora a Colombia. Esto debería hacer reflexionar a quienes desde los medios de comunicación y como parte de una fuerte campaña en contra del papa, lo han denostado por no venir a nuestro país. Quizás cuando los argentinos (en particular quienes tienen mayores responsabilidades) seamos capaces de construir nuestra paz de los espíritus y practiquemos la justicia, será más fácil que el papa visite nuestro (su) país.
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